Aforismo
La avaricia no guarda, encarcela.
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Crónica
En el corazón oxidado de una ciudad sin nombre, vivía Don Gregorio, un coleccionista de relojes que jamás daba la hora. Amasó fortuna en silencio, con la devoción enfermiza del que ve en cada moneda un dios pequeño. Murió rodeado de oro y silencio, pero sin nadie que cerrara sus ojos, pues había cobrado incluso el afecto.
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Cuento
En el pueblo de San Hondo, el rico Amalio enterraba su dinero en un pozo seco y rezaba cada noche a la tierra para que no lo traicionara. Cuando la sequía azotó y el hambre llegó, el pueblo cavó desesperado… y encontró oro. Pero al gastarlo, cada habitante envejecía una década por día. La avaricia de Amalio era maldición que germinaba en otros.
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Diálogo
—¿Por qué lo guardas todo?
—Porque temo no tenerlo mañana.
—¿Y qué harás cuando el tiempo no pueda comprarse?
—Entonces lo venderé todo por un minuto.
—Pero nadie te lo querrá comprar.
—Entonces moriré rico, pero exacto.
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Elegía
Lloro por ti, madre codicia,
que nos criaste entre cuentas y contratos,
que nos enseñaste a pesar las lágrimas
y a tasar el amor.
Tu pecho fue de hierro,
y tu voz, una suma.
Ahora que yaces,
nadie quiere heredar tus restos.
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Ensayo breve
La avaricia, como sistema emocional, no nace del deseo sino del miedo. El deseo anhela, el miedo acumula. En las sociedades contemporáneas, la avaricia ha dejado de ser vicio para convertirse en virtud neoliberal: poseer es existir, acumular es asegurar. Pero todo exceso de propiedad es exilio del alma.
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Epístola
Querido hermano:
He vendido el campo. También la casa. Me queda solo la caja donde guardo las escrituras. Me dices que soy pobre de espíritu, pero me he vuelto rico de control. Perdóname si ya no sé cuánto cuesta tu sonrisa; hace tiempo que todo se me volvió cálculo.
Tu hermano,
S.
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Fábula
Un ratón encontró una montaña de queso. En lugar de compartirlo, la encerró con trampas. Pasaron los días y el queso se pudrió. Murió el ratón, solo, soñando con el sabor de lo que nunca comió.
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Hipérbole
Su codicia era tal que tragó el mar para robarle las perlas a las olas. Quiso venderle la luna al sol, y subastó las estrellas sin que el cielo se enterara.
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Leyenda
Dicen que en un reino subterráneo, hay un rey de dedos dorados. Cada vez que tocas una moneda, él siente un cosquilleo. Si acumulas demasiado, sus ojos se abren, y viene a cobrarte… no el dinero, sino la sangre.
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Metáfora
La avaricia es un pozo que se excava solo con la pala de la ansiedad, y cuyo fondo siempre se aleja al paso de la codicia.
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Microrrelato
Abrió el ataúd para meterle el último lingote. Cuando intentó cerrarlo, ya no cabía él.
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Monólogo interno
No es que quiera todo, es que no soporto ver a otros tener algo. Cada billete que guardo me susurra: “falta más”. Me he hecho un templo con cajas fuertes, pero cada noche, los cerrojos me muerden el sueño.
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Poesía
Con dedos huecos cuento mi tesoro,
sin saber que el brillo me devora.
Mis ojos, ciegos por el oro,
no ven la sombra que me implora.
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Poema en prosa
Tengo un cofre donde guardo la idea del tener. No es dinero, es la forma en que me mido. He dormido sobre recibos y soñado con ganancias. Cada moneda que acaricio me da frío, pero no sé cómo soltarla. El peso del mundo es, quizás, un bolsillo lleno.
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Relato epistolar
A ti, desconocido heredero:
Si encuentras esta carta, es porque decidí encerrarme en mi fortuna. Todo lo que poseo está contigo, pero recuerda: cada objeto aquí tiene un costo oculto, una historia de alguien a quien le fue negado. No heredes mi condena sin leer el inventario de los silencios.
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Texto filosófico
La avaricia no se opone a la generosidad, sino al tiempo. Lo que se guarda más allá de su necesidad desafía el curso natural de lo efímero. En su núcleo, la avaricia es una herejía contra la muerte: intenta fijar lo inestable. Pero al hacerlo, mata también la vida.
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Fragmento onírico
Soñé que nadaba en monedas y cada brazada me hundía más. El agua era de cifras, y al abrir la boca, tragaba contratos. En el fondo, una voz decía: “Todo esto es tuyo, pero ya no puedes salir.”
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Prosopopeya
La avaricia camina con zapatos de oro que no rozan el suelo. Habla sin boca, pero se escucha en cada oferta. No tiene rostro, solo espejos que muestran lo que deseas.
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Parábola
Un hombre compró una isla y la rodeó de muros. Al morir, pidió ser enterrado allí. El día de su funeral, nadie asistió. Solo el mar, que entró sin permiso y se llevó su tumba.
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Alegoría
Un reino donde cada habitante llevaba una llave colgada al cuello, pero ninguna abría nada, porque todo estaba bajo tierra. Cuando el suelo colapsó, solo quedaron llaves flotando.
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Cápsula poética
Oro que no brilla,
piel sin abrigo,
manos cerradas
que temen al mendigo.
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Epifanía literaria
Un día entendí que cuanto más guardaba, más pequeño me volvía. La riqueza me ocupaba, y yo ya no cabía en mí mismo.
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Texto metatextual
Escribir sobre la avaricia es contarse una fábula en forma de espejo: cada palabra que describe lo acumulado, es un gasto. Y sin embargo, aquí sigo, ahorrando significados.
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Texto hermético
El signo acuna al signo, pero no lo cede. El número crece, pero no suma. Aquí, la cifra es fe.
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Viaje interior
Descendí por la mina de mi deseo y encontré mi reflejo grabado en una piedra. Intenté llevármela, pero se hizo polvo. La avaricia era eso: la ilusión de poseer lo que al tocarse desaparece.
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Ensayo fragmentado
I. Acumular no es proteger.
II. Lo que no se entrega, pesa.
III. Nadie muere por exceso de caridad.
IV. Un cofre lleno no sustituye una mano abierta.
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Cuento especulativo
En el año 3044, los humanos ya no usaban dinero: almacenaban memorias como riqueza. Los ricos eran los más olvidadizos. Cuando un anciano donó toda su vida para curar a una niña, se convirtió en leyenda: el hombre que pagó con sí mismo.
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Lírica dramática
¡No toques mi oro! ¡No pongas tus dedos sucios en mis sueños! ¡Es mío, mío, mío! ¿Acaso tú trabajaste por esto? ¡Vete! ¡Todos quieren arrebatarme lo que ni siquiera sé por qué quiero!
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Descripción evocativa
Un despacho sin ventanas, donde los estantes tiemblan bajo lingotes de papel. En las esquinas, las telarañas envuelven cheques no cobrados. Una gota de tinta cae sobre un contrato: parece sangre.
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Texto apocalíptico
Y cuando la humanidad midió su valor solo en monedas, el sol dejó de salir. La última oración fue un balance. El fin llegó con una contabilidad cerrada en números rojos.
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Invocación
Oh divinidad del exceso, protectora de lo inútil, madre de lo oculto: ven y cuéntanos cuánto vale la lágrima del mendigo. Danos la bendición del encierro y la maldición del tener.